Gail Sorronda


He descubierto al diseñador australiano Gail Sorronda gracias al newsletter de Noovo Editions y he quedado fascinada por su universo en blanco y negro. Invasive exotics, su colección de primavera/verano de 2010, conjuga siluetas lánguidas e inquietantes -entre la sílfide y el ángel de la muerte- con la estética flapper y las referencias a los ornamentos aborígenes. Si a esto le sumamos que el título de la colección me recuerda peligrosamente al tema de mi tesina de máster sólo puedo decir que me encanta.

Cabeza, tronco y extremidades

A pesar de que mi memoria a largo plazo se está convirtiendo con el tiempo en terreno dudoso y resbaladizo -y aquí resuena la campanada de mi inminente cumpleaños- aún recuerdo con nitidez mi primera experiencia en el fabuloso mundo del estudio.

Tenía seis años. Me senté junto a la mesa de la cocina y me dispuse a memorizar el primer "recuadro" de extensión considerable que nos habían mandado en el colegio. Abrí el libro de Ciencias Naturales y comencé.

"El cuerpo humano está formado por cabeza, tronco y extremidades".

Enseñanza básica donde las haya. La información, en cambio, resultaba harto incompleta...

No es ninguna novedad que los niños tienen una manera peculiar de conceptualizar la realidad a través del dibujo y que sus niveles de abstracción exceden los límites de la mímesis de los sistemas de representación Occidentales. Yo me centré siempre en la cabeza y las extremidades, relegando al tronco a un papel de simple nexo entre una gran diversidad de ramificaciones amorfas. Otros dibujan cabezas diminutas, perros tan grandes como dragones o casas en las que, como en Alicia en el País de las Maravillas, sus habitantes no cabrían ni de lejos.

El mundo de la infancia es fascinante y misterioso, y las que, como yo, crecimos queriendo ser mayores y nos resistimos ahora a crecer, solemos caer una y otra vez en idealizaciones estereotípicas que nos hablan más de los cuentos y fábulas victorianas que de la experiencia real de ser niñas en el aquí y ahora. La niñez no se parece en nada a los bellísimos editoriales de la revista Lula -mi preferida, por otra parte-, no es romántica, etérea, ni delicada. La mentalidad de un niño es contundente y desproporcionada.

Sobre la desproporción vinculada al universo infantil, citaría dos propuestas fascinantes.

Una de ellas es la serie Wonderland, del artista Yeondoo Jung. Sus reconstrucciones fotográficas de dibujos hechos por niños nos presentan realidades límite donde los objetos poseen escalas sorprendentes. Desde que vi sus fotos en el número 33 de Exit "Érase una vez" - altamente recomendable-, no he dejado de pensar en su representación hipnótica del estereotipo y la presencia totalizadora del ideal Occidental difundido por Disney, Barbie y demás redes de consumo.

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La otra propuesta viene de la mano de la Maison Martin Margiela y sus prendas de juguete reproducidas a escala humana presentadas en la colección de Otoño/Invierno 1994-95 y en primavera/verano de 1995 y 1999. No las conocía antes de verlas en la exposición del MOMU. Botones desmesuradamente gigantes, cremalleras gordísimas, hilos tan gruesos como cables de teléfono y ese aspecto rígido e informe que siempre han tenido las prendas de Barbie, Ken y su viril amigo G.I. Joe. Mi detalle preferido: los típicos hilos que cuelgan, evidenciando la precaria manufactura de la ropa muñequil, convertidos en maxi-hilazos de aspecto terrorífico.



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Y, recordad, el cuerpo humano está formado por...

1-4. Fotos de la serie Wonderland de Yeondoo Jung.
5-6. Fotos de la exposición Maison Martin Margiela (20) (MOMU, Antwerpen, 12 septiembre 2008- 8 febrero 2009)

Cynthia Rowley Resort 2010

Vacaciones inminentes para algunas...

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Y verano fabuloso para otras...


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1-2. Vía The Fashion Spot
3. Festín veraniego en casa de X.

Krimildas modernas


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El otro día descubrí al fotógrafo Ruven Afanador, o, más concretamente, descubrí su nombre, pues sus maravillosas fotos ya habían pasado de manera anónima por delante de mis ojillos inquietos. Son agresivas e hipnóticas. No imagino a nadie mejor para retratar a la mala malísima del cuento.

Quería compartir algunas de mis imágenes favoritas, pero, por el camino, me he ido topando con excursos fabulosos de los que me permiten ser dispersa y, según mi antigua universidad, comparativa.

He pensado inevitablemente en las leyendas germánicas, en el ciclo de los Nibelungos y en el fascinante estilismo de Krimilda en Die Nibelungen (Fritz Lang, 1924). Sus trenzas interminables me han conducido hasta las ilustraciones de Arthur Rackman para los libretos de las óperas de Wagner, con esas cautivadoras ninfas acuáticas cuyos cabellos se confunden con las aguas del Rin. He descubierto también que, sin saberlo, tuve durante años un fragmento de una de esas ilustraciones decorando una de las paredes de mi habitación de adolescente. Nunca llegué a identificarla.

Y, después de esto, me encuentro, simplemente, extasiada.

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1-2. Fotos de Ruven Afanador.
3-4. Fotogramas de Die Nibelungen (Fritz Lang, 1924)
5-6. Ilustraciones de Arthur Rackman para Der Ring Des Nibelungen (1910 ca.) de Richard Wagner.


Proyectos inacabados


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Me da vergüenza decirlo, pero yo nunca trabajo con patrones. Atesoro mi preciado Sistema Martí -con sus maravillosos figurines de los años 50- y me digo una y otra vez que, por fin, ha llegado el día de estudiarlo de cabo a rabo. Pero yo sigo siendo un desastre.

Cuando se me ocurre algo, me limito a esparcir telas por el suelo e ir probando hilos, encajes y demás artículos de mercería. Una vez prefigurada la idea, hago una bolita con todo ello y lo almaceno para una futura -que se pretende próxima pero no siempre lo es- sesión de costura. Debido a la falta de tiempo, o a su mala organización, la mayor parte de ellos se quedan en eso, proyectos inacabados con pelusillas del suelo adheridas entre blonda y blonda. A otros, sin embargo, les espera un final más feliz.

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Esta temporada tengo unas cuantas ideas pendientes, un par de faldas, un camisón y un pantalón pijamero para el que compré una tela hace mil años -o tal vez fue al revés- y que nunca me he atrevido a abordar por miedo al más estrepitoso de los fracasos. Puede que sea un buen momento para él, ahora que aún muero porque no muero por la colección de Dolce & Gabanna. Y si no, otra vez será.



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1. Proyecto inacabado, primavera 2008. La tela de la falda era una cortina manufacturada de los años 60, que nosotros reutilizábamos de mantel, por lo que mi idea de darle un tercer uso no fue muy apropiada. Estaba un poquito ajada. Eso sí, el cuerpo me sirvió, un año después, para otro vestido.
2-3. Proyecto, primavera 2008, y proyecto acabado.
4-5. Colección Dolce & Gabanna primavera/verano 2009. Posible inspiración para eterno proyecto inacabado de pantalón de pijama.
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