¡Gracias, Dior!




Me parece relevante manifestar publicamente mi más fabuloso hallazgo de los últimos tiempos: el corrector Diorskin Nude. Es mágico, es fluido y es perfecto. Desde hace unas semanas me hace salir de casa como si hubiera dormido 12 horas -lo que, no nos engañemos, a veces es verdad-. Además, esta semana he descubierto el maravilloso mundo del abuso de corrector, y me amapacho todo el contorno de ojos, incluyendo párpados superiores, con resultados asombrosos y porcelanosos.

Puede parecer excesivo, pero me ha cambiado la vida. Oh yeah!

Pero... ¿qué pasa con los drapeados?

De la gala de los Oscar de anoche -y cuando digo gala me refiero únicamente a la alfombra roja- saco dos cosas en claro, la sosez suprema de la mayoría de las asistentes y el auge imparable del drapeado. Debo reconocer que nunca he sido una gran fan del drapeado, si bien reconozo que un buen drapeado a lo Vionnet puede aportar una gran dosis de elegancia. Los había de todo tipo: amorfos, estilizados, excesivos, delicados e incluso achorizados -véase el prodigio de Mariah Carey-.


De los looks, en general, diré que me parecieron poco arriesgados, poco favorecedores y, con contadas excepciones, acompañados de malas propuestas de maquillaje. Tras una pequeña investigación, éste es mi veredicto:
MUY DIGNAS



FABULOSAS



ESPANTOSAS





Fotos extraídas de Gettyimages y Yodona.

Vive le beurre!!!

Hasta hace bien poco, yo era eminentemente una persona de salado, de pequeña nunca me gustaron las chucherías y entre una empanadilla y un pastel yo siempre tenía muy claro qué elegir. Fue hace un par de años, viviendo en Barcelona, cuando empecé a dejarme seducir por el lado oscuro del azúcar, convirtiéndome en una de esas señoras que se quedan paralizadas delante del escaparate de una pastelería. Concretemos, lo mío es la bollería y el universo bizcochil, nada de merengues, lionesas o pastelitos occidentales -las baclavas son otra historia-. Fue en ese momento cuando descubrí que, además del placer de hornear, existía el placer de comer.

Así es como, en el proceso de toma de contacto con el mundo del dulce y después de preguntarme una y otra vez si lo nuestro iba en serio, encontré la quinta esencia de los hidratos de carbono, el clásico entre los clásicos: el croissant.

Reconozcámoslo, ¿qué hay más sutil, rico y elegante que un buen croissant?, -y aquí mi gran ídolo el señor brownie me tiene que perdonar y me perdona- ¿por qué nos empeñamos en superponer ingredientes en lugar de dedicarnos a la búsqueda de la unidad croissantil perfecta?

En estos últimos años he encontrado candidatos bastante contundentes. El croissant de mantequilla del bar del Ciervo Ciervo Ciervo Bailongo -otrora CCCB-, que tanta felicidad nos aportó durante mi período becario, es uno de ellos. Los camareros eran maleducados, pero el croissant brillaba con luz propia. Los del restaurante-pastelería Farga son también altamente maravillosos. El croissant perfecto puede estar esperándote en cualquier sitio.

El jueves pasado estuve con Elena en El Parisien, el imperio de los croissants a escala valenciana. Yo soy francófila y croissantófila, todos lo sabemos. Reconozco que no pedí el clásico croissant, pero la elección fue tan tan buena que no me arrepentí en absoluto. Compartimos un croissant con crema de almendras recubierto de almendras laminadas -maxibueno- y un Kouign Aman, que es, con seguridad, una de las diez cosas más ricas que he comido nunca. Se trata de un bollo bretón hecho con masa de croissant y mantequilla caramelizada, y su hermoso aspecto es el siguiente:


Foto de Sandrine Diaz extraída de
http://www.flickr.com/photos/28334498@N06/3799056878/

La búsqueda continúa y se admiten sugerencias.

---------------------------------------Vive le beurre!!!-----------------------------------------

Mi amigo el tricotín

Como tengo tiempo mil y no lo aprovecho nada de nada, me he apuntado a un par de cursitos gratuitos del ayuntamiento. Ayer empecé el taller de "Complementos con tricotín" y me lo pasé tan bien que me sentí hiperculpable por haber abandonado mis proyectos costuriles.

De entrada, el target del curso me fascinó. La media de edad era de siete o nueve años, niñas con uniforme, con sus mochilas y sus coletas -como yo siempre digo, quién quiere a los adultos cuando se puede estar con niños-. Todas niñas muy formales y avanzadas, eso sí, menos una que tricotó y destricotó sin sacar nada en claro. Tenía unos dedos diminutos.

La verdad es que yo no tenía muy claro en qué consistía exactamente un tricotín, ni qué se podía hacer con tal invento, así que, cuál fue mi sorpresa cuando me presentaron a mi gran amigo:




Exacto!! Sólo necesitas un rulo, o cualquier cosa cilíndrica -véase rollo de papel higiénico-, unos ganchos y un palillo que sirve de aguja. Por lo demás, el funcionamiento es muy simple y efectista, es básicamente como hacer punto. El resultado es un cordón hueco cuya forma y grosor puede variar en función de las dimensiones del soporte y la cantidad de horquillas utilizadas.

Después de dos horas en las que me lo pasé estupendamente, conseguí un largo cordón amorfo de diferentes grosores resultado de todas las pruebas realizadas. Muchas niñas se lo pusieron de collar, pero yo -y ahí me di cuenta de que la edad no perdona- decidí guardarlo en el bolso y no hacer mucha ostentación de mi cordón de entrenamiento.

Mañana por la tarde continuamos y tengo en mente un montón de proyectos bonitos.
Viva el tricotín!!
Viva!!

Buenos días, y ¿buena? suerte

Acabo de darme cuenta de que hace seis meses que no toco el blog, y me parece sorprendente lo rápido que se me han pasado. He pasado de un trabajo más que precario a una crisis existencial, de una propuesta de mudanza a una mudanza interminable y de señores con barretina y cagatiós a señoras con moños y orxata. Hay que ver cómo confunden los momentos de transición.

Sobra decir que el desempleo es una mierda, que el hecho de que el día de Reyes se me perforara el oído no es puramente circunstancial y que adaptarme de nuevo a una ciudad que abandoné por desavenencias irreconciliables se me está haciendo realmente difícil.

Añadiré, en cambio, que me encanta mi nuevo barrio y que la señora del puesto de queso del mercado me regala cosas. El mercado es ahora mi ecosistema favorito. Ya tengo mi huevería de confianza, mi pollería, mi frutería-verdulería, la carnicería de las hamburguesas ricas, la señora de las lechugas y la quesería. Tengo pendiente encontrar una charcutería que me ofrezca el mejor jamón york del condado.

Y me encanta Dent May.
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