Vive le beurre!!!

Hasta hace bien poco, yo era eminentemente una persona de salado, de pequeña nunca me gustaron las chucherías y entre una empanadilla y un pastel yo siempre tenía muy claro qué elegir. Fue hace un par de años, viviendo en Barcelona, cuando empecé a dejarme seducir por el lado oscuro del azúcar, convirtiéndome en una de esas señoras que se quedan paralizadas delante del escaparate de una pastelería. Concretemos, lo mío es la bollería y el universo bizcochil, nada de merengues, lionesas o pastelitos occidentales -las baclavas son otra historia-. Fue en ese momento cuando descubrí que, además del placer de hornear, existía el placer de comer.

Así es como, en el proceso de toma de contacto con el mundo del dulce y después de preguntarme una y otra vez si lo nuestro iba en serio, encontré la quinta esencia de los hidratos de carbono, el clásico entre los clásicos: el croissant.

Reconozcámoslo, ¿qué hay más sutil, rico y elegante que un buen croissant?, -y aquí mi gran ídolo el señor brownie me tiene que perdonar y me perdona- ¿por qué nos empeñamos en superponer ingredientes en lugar de dedicarnos a la búsqueda de la unidad croissantil perfecta?

En estos últimos años he encontrado candidatos bastante contundentes. El croissant de mantequilla del bar del Ciervo Ciervo Ciervo Bailongo -otrora CCCB-, que tanta felicidad nos aportó durante mi período becario, es uno de ellos. Los camareros eran maleducados, pero el croissant brillaba con luz propia. Los del restaurante-pastelería Farga son también altamente maravillosos. El croissant perfecto puede estar esperándote en cualquier sitio.

El jueves pasado estuve con Elena en El Parisien, el imperio de los croissants a escala valenciana. Yo soy francófila y croissantófila, todos lo sabemos. Reconozco que no pedí el clásico croissant, pero la elección fue tan tan buena que no me arrepentí en absoluto. Compartimos un croissant con crema de almendras recubierto de almendras laminadas -maxibueno- y un Kouign Aman, que es, con seguridad, una de las diez cosas más ricas que he comido nunca. Se trata de un bollo bretón hecho con masa de croissant y mantequilla caramelizada, y su hermoso aspecto es el siguiente:


Foto de Sandrine Diaz extraída de
http://www.flickr.com/photos/28334498@N06/3799056878/

La búsqueda continúa y se admiten sugerencias.

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