A pesar de que mi memoria a largo plazo se está convirtiendo con el tiempo en terreno dudoso y resbaladizo -y aquí resuena la campanada de mi inminente cumpleaños- aún recuerdo con nitidez mi primera experiencia en el fabuloso mundo del estudio.
Tenía seis años. Me senté junto a la mesa de la cocina y me dispuse a memorizar el primer "recuadro" de extensión considerable que nos habían mandado en el colegio. Abrí el libro de Ciencias Naturales y comencé.
"El cuerpo humano está formado por cabeza, tronco y extremidades".
Enseñanza básica donde las haya. La información, en cambio, resultaba harto incompleta...
No es ninguna novedad que los niños tienen una manera peculiar de conceptualizar la realidad a través del dibujo y que sus niveles de abstracción exceden los límites de la mímesis de los sistemas de representación Occidentales. Yo me centré siempre en la cabeza y las extremidades, relegando al tronco a un papel de simple nexo entre una gran diversidad de ramificaciones amorfas. Otros dibujan cabezas diminutas, perros tan grandes como dragones o casas en las que, como en
Alicia en el País de las Maravillas, sus habitantes no cabrían ni de lejos.
El mundo de la infancia es fascinante y misterioso, y las que, como yo, crecimos queriendo ser mayores y nos resistimos ahora a crecer, solemos caer una y otra vez en idealizaciones estereotípicas que nos hablan más de los cuentos y fábulas victorianas que de la experiencia real de ser niñas en el aquí y ahora. La niñez no se parece en nada a los bellísimos editoriales de la revista
Lula -mi preferida, por otra parte-, no es romántica, etérea, ni delicada. La mentalidad de un niño es contundente y desproporcionada.
Sobre la desproporción vinculada al universo infantil, citaría dos propuestas fascinantes.
Una de ellas es la serie
Wonderland, del artista
Yeondoo Jung. Sus reconstrucciones fotográficas de dibujos hechos por niños nos presentan realidades límite donde los objetos poseen escalas sorprendentes. Desde que vi sus fotos en el
número 33 de Exit "Érase una vez" - altamente recomendable-, no he dejado de pensar en su representación hipnótica del estereotipo y la presencia totalizadora del ideal Occidental difundido por Disney, Barbie y demás redes de consumo.


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La otra propuesta viene de la mano de la
Maison Martin Margiela y sus prendas de juguete reproducidas a escala humana presentadas en la colección de Otoño/Invierno 1994-95 y en primavera/verano de 1995 y 1999. No las conocía antes de verlas en la exposición del
MOMU. Botones desmesuradamente gigantes, cremalleras gordísimas, hilos tan gruesos como cables de teléfono y ese aspecto rígido e informe que siempre han tenido las prendas de Barbie, Ken y su viril amigo G.I. Joe. Mi detalle preferido: los típicos hilos que cuelgan, evidenciando la precaria manufactura de la ropa muñequil, convertidos en maxi-hilazos de aspecto terrorífico.
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Y, recordad, el cuerpo humano está formado por...
1-4. Fotos de la serie Wonderland de Yeondoo Jung.
5-6. Fotos de la exposición Maison Martin Margiela (20) (MOMU, Antwerpen, 12 septiembre 2008- 8 febrero 2009)