Hoy he:
-Recogido la ropa del tendedero.
-Puesto la lavadora.
-Tendido la ropa
-Recibido a los albañiles que, muy amablemente, han tapado el agujero del tamaño de una oveja adulta que practicaron ayer en el techo del baño.
-Dejado entrar a una señora que había perdido un gato y lo había avistado cerca de mi terraza -el gato se ha ido alejando más y más y no ha respondido a la lata de comida que agitaba la señora-.
-Escuchado historias a propósito de vecinos que debía conocer y no conozco de manos de la propietaria del gato, que puede que vuelva luego si vuelve a ver al gato rondando por aquí.
-Estudiado l'anteriorité, la simultaneité y la posteriorité.
-Hablado media hora por teléfono con Sandra.
-Recuperado el interés por el blog.
Hasta hoy, en lo que consideraré a partir de ahora unos meses oscuros en mi biografía, la mayor parte de los días se consumían delante del ordenador explotando mi reciente suscripción a Megavideo. Y cocinando. Cocinar es lo único productivo que hago, porque, por lo demás, soy un ama de casa lamentable. No me gusta limpiar, lo reconozco, me gusta hacer pasteles.
El domingo, por ejemplo, fue el día de la calabaza, lo que ya le he contado a todo el mundo como dato gracioso. Herví una calabaza pequeña y con ella hice cous cous con calabaza y cebolla, mini quiches de calabaza, bizcocho de calabaza y magdalenas de calabaza con chocolate fundido por encima. Debo decir que me sobró un poco y tuve que congelar un minitupper de calabaza para un futuro no muy lejano.
Por otra parte, y siguiendo con la comida, ayer probé la carne de avestruz -versión hamburguesa de Filo, mi carnicería favorita del mercado - y descubrí que las avestruces, como casi toso, saben a ternera, sin más. ¿Será que comemos pollo y ternera como paradigmas de los sabores universales? Aunque, ¿no deberían saber las avestruces a pollo?